“El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los yugos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía: en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo, en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes. Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y mi gloria te seguirá. Entonces, si me llamas, yo te responderé; si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: “Aquí estoy.”
Isaías 58: 6-9
El pueblo de Judá estaba orando y ayunando, pero su devoción no fue aceptada por Dios. ¿Por qué? –Ellos solo buscaban su propio beneficio, su “piedad” no incluía el ver por la necesidad de sus hermanos. Y yo me pregunto ¿De qué nos servirá un ayuno? Absteniéndonos de probar alimento y ser muy “espirituales”, si con nuestros actos mostramos impiedad a nuestro alrededor.
Hay un ayuno que necesitamos empezar en preparación para subir a lo alto y escuchar de parte de Dios dirección para nuestras vidas, para esto debemos ser humildes, no darnos nuestra propia aprobación. Y es salir de nuestra comodidad para realmente desnudar nuestro corazón delante de Él y llegar a ser aceptos, para que seamos libres en Él. Y que nos pueda decir: “El ayuno que yo escogí es este”
Oración.
“Dios perdónanos por vivir tan egoístamente, llénanos de ti y envíanos a los desvalidos y necesitados, para que pruebes a cada momento nuestro corazón, haznos humildes y dignos de escuchar tu respuesta… ¡Qué así nazca tu luz como el alba, y se vea tu salvación; que tu gloria nos envuelva para siempre!
Amén.
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